jueves, 13 de agosto de 2020

La luz de Oriente



LA LUZ DE ORIENTE 


Atrapada en las sábanas rojo incandescente, duerme plácidamente la pequeña Flor de Loto, mientras un rayo de luna entrando por la ventana riela sobre su rostro como en mi cuento de niña. Colgado en su cabecera un marco de amigables sonrisas y una muñeca de trapo que se parece a ella. Su piel morena y sus ojos de almendras caminan al compás de respiraciones pequeñas. Al frente, las puertas de un armario esconden sus secretos, lunares y volantes, kimonos y estampados, y un diminuto papel donde ha escrito una lista de deseos.

 

Vino de muy lejos una mañana de marzo cuando el viento se aquietaba. Tiene un pasado de novela y un futuro de sueños, un libro de versos encima de su cama y, en su boca, una canción de amor que tararea despacito. Dibujando luz en lienzos de papel apareció en nuestras vidas con mucho de exotismo y un poco de capricho andaluz aparentemente heredado. Y desde entonces, su madre le escribe poemas sin que ella lo sepa.

 

Paz en la mirada y lucha en los labios, baila al son de acordes antiguos a los pies del mar. Ese mismo mar que la ve crecer verano tras verano entre trajes de princesa y recuerdos, cada vez más lejanos, de su preciada tierra. Cándida y elegante como alguien la bautizó un día, digna de ser amada como se hace llamar, vuelve cada viernes a una historia infinita que le cuentan de su país natal.

 

Sigue durmiendo, pequeña, y no pares de soñar, que el destino se rinda ante tus sueños y llene de magia tu vida. Porque estás cubierta de luz, una luz que contigo vino del lejano Oriente, una luz en la que cada mañana, cuando despiertas, nos vemos reflejados.


 


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