domingo, 10 de mayo de 2020

UN LARGO VIAJE



UN LARGO VIAJE

"Si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida...

Fotos gratis : playa, mar, costa, arena, Oceano, horizonte, para ...



Diego y Amanda fueron entregados a sus respectivas familias adoptivas de la mano de la misma cuidadora. Ataviados con sendos pijamas amarillos, distintivos de su centro de orfandad, se miraron tímidamente a las puertas del recinto que cambiaría sus vidas para siempre.

En las primeras noches de miedo y soledad, Diego la llamaba por su nombre chino desde la habitación del hotel y luego, ya llegada la mañana gris a su pueblo natal, a escondidas, compartían confidencias en su lengua madre. Secretos al oído que bajo el cielo de los parques cantoneses sobrepasaban el asombro de sus recién estrenados progenitores.

Y fue entonces, cuando delante de buda, su dios, en los sagrados templos del oriente más lejano, se juraron amor eterno a la tierna de edad de 3 y 5 años. Diego y Amanda viajaron en el mismo avión que les conducía a España y entonces, durante algo más de un año, les tocó olvidar. Olvidar su pueblo, sus raíces, su gente, su idioma y hasta su corazón.

Un buen día, Amanda salió de su casa para visitar a Diego. Con la intención de volver a China, descubrió que viajaba a otra parte de España donde él la esperaba. Su corazón se alegró al saber que él no se había quedado allí. Y se encontraron en el aeropuerto y se reconocieron, y se llamaron por sus nombres españoles. Ella lo encontró guapísimo y él la supo muy cambiada.

Después, los vimos caminando de la mano por calles angostas cerca del mar, entre el recuerdo y el olvido, haciendo fluir confidencias que solo saben ellos, confidencias en un idioma aprendido bajo una brisa prestada y un corazón de libertad. Secretos que comparten a medias y que entrañan la primera vez que se vieron… y las mañanas de cole, y las reprimendas de la cuidadora, y la lluvia continua en las cortas tardes de Guanzhoug. Y que nadie podrá conocer nunca.

Pronto llegó la separación y la vuelta a casa de Amanda le propició a Diego un duro debatir entre noches de silencio y soledad. Y volvió a llamarla en el eco de la oscuridad, esta vez con su nuevo nombre y en otra lengua pero con la misma congoja de aquellas primeras veces. Y ahora, ella no entiende por qué no está cuando juega en la playa, a orillas de ese mar que la está viendo crecer. Pero sonríe, cuando ve la foto en la que él, delante de la Virgen María, la rodea con sus brazos. Y afirma, con la solemne rotundidad de sus 4 años, que va a casarse con él.

Algún día no muy lejano, Diego y Amanda emprenderán su marcha, casados o no, delante de buda o de dios, hacia ese país que les vio nacer. Y será entonces, solo entonces, cuando, fuertemente cogidos de la mano como casi siempre y símbolo de tantos niños crecidos entre dos culturas, puedan reconstruir de verdad su historia.

(Texto publicado en la revista El ático de los gatitos, número 6) 

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